La prosperidad común: ¿Convergencia o divergencia entre Oriente y Occidente?
Monthly House View - Septiembre 2021 - Descargar aqui
Indudablemente, esta década es diferente a cualquier otra anterior. En solo un año, los paises occidentales han pasado de un triple consenso de liberalismo/globalización/disciplina presupuestaria a una visión más controlada del capitalismo y a una mayor protección de sus fronteras, al tiempo que han lanzado programas de estimulo fiscal de una magnitud sin precedentes. Esto recuerda al estado de bienestar de los años de Roosevelt o de la posguerra en Europa, cuando el papel del Estado se amplió sustancialmente y el objetivo económico de los Gobiernos no se limitaba a las tasas de crecimiento, sino que consistia en mejorar el bienestar de la población. La cuestión que se plantea ahora a las empresas es si las subidas de impuestos y la aceptación de una mayor dosis de inflación salarial acabarán afectando a los márgenes récord registrados en el 2T y que han llevado a las bolsas a nuevos máximos.
Al otro lado del mundo, cambio de situación también en China. Después de casi tres décadas de un desarrollo algo desenfrenado del capitalismo, iniciado por las primeras reformas de Deng Xiaoping, y continuado por Jiang Zemin y después por Hu Jintao, la China de Xi Jinping parece estar aplicando un calibrado diferente entre el Estado y el mercado. El endurecimiento normativo observado este verano en una creciente lista de sectores se ajusta a la búsqueda de la «prosperidad común», un concepto defendido en muchas ocasiones por los predecesores de Xi Jinping y reiterado recientemente en el centenario del partido.
No se trata de un mero eslogan: esta vez, la idea es recrear las condiciones para un mayor reparto y participación de la población en el crecimiento - tras un marcado aumento de la desigualdad - y de favorecer los datos demográficos de un pais ya envejecido, en el que el coste de tener hijos (vivienda y educación) se han vuelto desorbitados.
Estas medidas, que se asemejan al dirigismo económico, con decisiones espectaculares que han reducido prácticamente a la nada el valor de mercado de sectores enteros, como la educación, no suponen un paso atrás. No se trata del fin del capitalismo chino, sino de una nueva fase marcada por una mayor presencia del Estado y la búsqueda del equilibrio entre el mercado y la sociedad, condición para la estabilidad social del pais y vital para el partido. Además, supone limitar el poder de los grandes grupos tecnológicos y el uso que hacen de los datos. De ello pueden extraerse tres conclusiones: en primer lugar, en China, los anuncios van seguidos de acciones, y más rápidamente de lo previsto; en segundo lugar, los responsables politicos parecen inmunes a los grupos de presión de los sectores afectados; y, en tercer lugar, la lista de los sectores afectados podria ampliarse.
Después de 18 meses, en los que los inversores se centraron en la pandemia y, después, en los planes de recuperación monetaria y fiscal, podria ser el momento de pasar la atención a la cuestión del marco politico y los cambios en curso, de los cuales podrian surgir tres versiones del capitalismo y de la combinación de politicas: un modelo neorooseveltiano en Washington (el Estado como reformador y constructor), un modelo neobeverigdeano en Europa (el Estado como asegurador y redistribuidor) y la prosperidad dirigida por el Estado en China. El cambio es tanto más necesario cuanto que los acontecimientos geopoliticos del verano han acelerado unas tendencias ya bien ancladas: el retroceso de EE. UU., el intervencionismo imposible de Europa, el avance de las regiones de China.
Monthly House View, 01/09/2021 - Extracto del Editorial
09 septiembre 2021